>> El
movimiento okupa ya no se conforma con “autogestionar” cualquier fábrica o caserón. Ahora se instala en palacetes de primera clase. Éste de la madrileña
calle Santa Isabel es un buen ejemplo. La finca, propiedad de un
grupo inmobiliario presuntamente relacionado con el
Caso Malaya, estaba siendo reformada para viviendas de lujo. Pero los dueños se declararon en suspensión de pagos y el edificio quedó cerrado. Así ha pasado un lustro. No es la única inversión “abandonada” por estos señores: cuentan con numerosas propiedades clausuradas entre las que se encuentra el mítico
Teatro Albéniz o varios bloques de
Plaza de España, valorados en 100 millones de euros. Calderilla de nada.
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